A ver que delicias nos esperan este año.
martes, 4 de enero de 2011
Y ahora 2011
A ver que delicias nos esperan este año.
jueves, 8 de octubre de 2009
¿Un domingo cualquiera?
Este domingo pasado recuperábamos la bici tras el Festibike y dos semanas de parón provocadas por el trabajo y la berrea. Nando no salía porque tenía la burra en el mecánico, así que Dani y yo nos propusimos hacer una ruta chorra para rodar un poco. Lo pensé y creo que incluso se lo comenté a Daniel: esta ruta no iba a pasar a los anales de ningún blog después de la últimas convocatorias.
Salimos del barrio, tarde porque me quedé dormido, Camino de Congosto, cruzamos el Manzanares y tiramos hacia el Cerro de los Ángeles. Primer aviso, al pasar el linde que separa el camino del pinar paso por la pinocha suelta, la rueda delantera se clava en la arena y en mitad del paso caigo. Apenas suelto ni los pedales así que le comento a Dani que no cuenta como caída. Coronamos no sin mucho esfuerzo de nuevo (una rampa de más de 20 %) y la bajada la enfilamos hacia el polígono de Pinto. Cruzamos el Arroyo Culebro con el fin de ascender a la Marañosa por el oeste, donde el vertedero de Pinto. El camino que no conocíamos estaba lleno de pedruscos, pero al final cruzamos el carril bici de San Martín. Nos adentramos en el pinar de la Marañosa, y eso que no para de subir. Menos mal que ese tramo mola y acaba ya en una bajada.
Antes de la última curva le grito a Dani que por dónde tiramos. Tenemos dos opciones: la que conocemos consiste en bajar una curva muy pronunciada y de gran pendiente, y para no arriesgar hacerla recta, parar, retroceder unos metros y tomar un camino que baja recto y con pendiente constante hasta la base del cerro; la variante nueva es proseguir por ese camino que tomas saliendo de la curva maldita. Como somos unos intrépidos pues nos lanzamos por la cuesta con mucho cuidado ya que la pendiente es exagerada. Ya enfilados por el nuevo camino doy unos metros a mi compañero para dejarme caer tras él en veloz descenso. Un primer badén me hace pensar que el camino puede ser divertido, y llevando a alguien por delante, seguro. Pero el siguiente badén lo tomo con demasiada velocidad, descolocado por dudar si saltar o no. El suelo de repente desaparece y hago un vuelo de unos metros en los que no controlo la bici. Evidentemente caigo con todo mi peso sobre la rueda delantera, la suspensión resopla, se hunde y salgo por delante del manillar. Todo mi peso cae sobre mi hombro izquierdo ("CRAC!" suena en el oído como si un auricular tuviera), de seguido un fuerte golpe en el casco, la espalda, la pierna, el brazo, ya soy una croqueta. Instintivamente llamo a gritos a Dani para que sepa que me había comido el suelo. Él estaba esperando porque había visto la mala pinta del badén. Ante la polvareda corre a mi posición y encuentra a un muñeco "gritando durante ocho segundos, y solo descansando para respirar".
Cuando llega yo ya había comprobado que no tenía daño ni en el cuello ni en la espalda ni en las piernas, porque las podía mover. Pero mi brazo izquierdo no respondía. Me movió el hombro para comprobar si se había salido, no me dolía pero por mi mismo no lo podía mover. Inmóvil en el suelo mientras Dani llama a Nando para que nos venga a buscar, no sé ni qué hacer. Llega otro ciclista que se preocupa por mi estado, pero más no se puede hacer. Sólo levantarme, con mucho esfuerzo y comprobar que la clavícula tiene una depresión que antes no tenía.
Empujé la bici unos metros descendiendo lo que quedaba de camino (madre mía qué camino) y el resto la llevó Dani. En ese momento me separé de la bici, hasta más ver, posiblemente ya en el 2010.
¡Madre mía qué hostia!
sábado, 26 de septiembre de 2009
Maratón Festibike 2009
Como bien indica el amigo Fernando en su crónica, todo empezó en Febrero de este año en la fallida Marcha de Valdemorillo, suspendida por la nieve y “recompensada” con la asistencia al Festibike.
Así pues a mitad de verano recordamos la cita del 19 de septiembre en la Maraton del Festibike. El estado de forma no es el mejor en aquellos días y me planteo hacer la mitad de la carrera, llegar hasta El Escorial o así y abandonar. Con esa idea hice una mínima preparación con salidas de 30-40 km hasta alcanzar un mínimo ritmo que hiciera del evento algo atractivo. Pero llegando a la fecha me veo capaz de hacer más de 30 km, y la idea de llegar a Valdemorillo se hace atractiva, la preocupación, cómo vuelvo a las Rozas. Así que animado por Nando vamos a lo que surja y según nos sintamos. Llegados a la zona de salida recogemos los dorsales, la mochililla y la cámara que regalan. Nos colocamos el chip, preparamos la burra y hacia la salida, nos juntamos con Dani y algún que otro biciorejón (Arias, Andrés, Óscar y alguno más que no conocía). No es que haya participado en muchas carreras, pero seguro que en ninguna he escuchado que dieran la salida metido dentro de un WC químico, jajajaja. Pero no había prisa. Los más de 1.500 participantes hicieron que la salida se prolongara bastante tiempo, y no teníamos prisa. Los biciorejones tiraron a mitad de grupo y los tres de siempre salieron los últimos junto con los ciclistas de apoyo.
Y al lío, empezamos bajando por las avenidas de Las Rozas, con tráfico cerrado en esta ocasión. A los 4 km primera montonera para acceder al camino. Así iba a ser todo este primer tramo hasta iniciar la subida a Riochico, primer tramo cronometrado. Hemos dejado pasar a todo el pelotón y tiramos porque nos vienen apretando los “monitores de apoyo” y la “moto escoba”. La gente se baja de la bici por la pendiente, pero yo me consigo agarrar al manillar y tirando de riñones hago prácticamente toda la subida, menos la rampa más dura que era un auténtico pedregal con mucha gente subiendo a pie. No me he encontrado mal en la subida, no lo he dado todo claro, pero mucho más rápido no podría haber subido, ni solo. Quedamos en el tercio de los lentos, entre nosotros Dani primero, luego yo (puesto 1.182 con un tiempo de 35:36) y después Nando.
Un paupérrimo avituallamiento líquido (agua) y bajamos por Colmenarejo hasta el Emblase de Valmayor. Aquí la ruta se hace espectacular, por senderos escurridizos escondidos en los robledales de las orillas del embalse. Un continuo serpentear muy divertido aunque en alguna ocasión nos tenemos que detener por la acumulación de gente. Una vez que salimos del arroyo que alimenta el embalse, cruzamos el tren y nos dirigimos por pista hacia El Escorial. La ruta se está haciendo muy amena, de fuerzas no andamos mal, y claro, en el avituallamiento de El Escorial decidimos continuar.
Ahora toca un tramo de carretera, así que con mucho cuidado compartimos calzada con los coches. Nos desviamos hacia Valdemorillo y es una subidita, que en asfalto pues jode. Pero en cuanto coronamos nos desviamos por un camino que nos va a conducir a otra parte del circuito espectacular. Me recordaba a la zona de la Silla de Felipe II, normal porque estamos al lado. Un camino estrecho con granito expuesto que hay que cruzar, teniendo especial cuidado en los tramos en los que la roca presenta inclinación. Nos fiamos fielmente de los tacos de nuestras ruedas, muy emocionante. Pedaleo a ritmo, apretado por los que me precedían por un camino con rocas más pequeñas pero que obligan a prestar atención, con continuos cambios de piñón y plato para afrontar las subidas por las piedras. En algunos puntos unos fotógrafos nos van inmortalizando. Tan solo hemos podido encontrar éstas:
Me reúno con Dani y esperamos a Nando que viene un poco más atrás. Proseguimos pero al poco paramos. Primera avería, y de lo más extraña. A la burra del compañero Fernando se le ha caído el pasador de la maneta del freno trasero, un auténtico y peligroso drama, hehehe. Con la pericia que nos caracteriza, una allen y una brida solucionamos el problema y tiramos p’alante con cuidado. Pasamos Peralejo y pedaleamos por lo que creemos es parte del recorrido de la Marcha de Valdemorillo, así que nos imaginamos cómo hubiera sido con todo esto nevado, un verdadero y auténtico kaos. En fina, la zona es adehesada, como casi todo el camino desde que pasamos Valmayor, aunque si bien antes íbamos por los límites de las fincas, en esta ocasión parece que circuláramos por medio de una dehesa. Bonito, el camino algo más roto, duro, aún más por los kilómetros. Ya se va notando el cansancio, pero creía que iba a estar mucho peor (qué malo es engañarse).
A lo lejos ya vemos el avituallamiento, que por fin es algo consistente. Como ya somos los rezagados del pelotón y los más necesitados pues parece que nos han reservado lo que en los anteriores avituallamientos no habíamos podido pillar. Vaya que ofrecieron bebida isotónica, media pieza de fruta y barrita energética. Por lo visto, y como en otros eventos del estilo, han tenido problemas con las inscripciones y no-inscripciones. Me planteo abandonar ya, llevamos 45 kilómetros y estoy satisfecho, adémás ofrecen macarrones al que se retira y llevar la bici, pero no me queda muy claro, y al final con ganas y el apoyo de los compañeros continuamos, claro que sí.
En mitad del pueblo veo, aunque no llego a asimilar, el autobús de los que abandonan, hubiera sido la opción correcta, pero siempre está eso de “puedo continuar un poco más a ver qué tal”. Y la realidad aparece en la misma salida del pueblo, oigo rara a la bici, como si rozara algo. A los 100 metros el pinchazo de la rueda delantera se manifiesta. Me pongo a cambiarla con lo que ello, sumado al cansancio, significa. Aparece un señor mayor, pasaba los 75 años, con una bici, se para y me comenta la jugada. Se ofrece a cambiarme la rueda viendo la torpeza que en ese momento llevo, y ya se sabe cómo son de testarudos (y entrañables) las personas a esta edad. Total, que me cambia la cámara (aprovecho a poner la del festibike que es un poco más fina pero válida para 26”) y que al hincharla la bomba no va (por cierto, tengo que pillar una nueva). De nuevo el abuelete se ofrece a hincharla, y yo que me acordaba de la canción de los Porretas (un viejo estando en la obra….síííí tiene usted razón, le decía al viejo y el viejo dando el tostón!), todo funciona mejor con saliva, desde luego. Agradeciendo el acto proseguimos, pero esto ya no es lo mismo, me he enfriado, a pesar de la paliza a hinchar la rueda (eso no se lo dejé al viejo), y me he desmotivado un poco. Pero en fin, no se mira atrás. Con Nando por delante llegamos a la Urbanización Pino Alto. Aquí la ruta, según el papelajo que llevo encima, debe ir bajando hasta la antigua presa del Aulencia. Reconozco el camino por el que ya había estado años atrás, pero en mitad de la bajada nos desviamos, y continuamos bajando. Y bajamos, y bajamos hasta que se hace cansino. Parece mentira que diga yo esto. A parte del cansancio me acompaña un tirón que me dio tras recuperar la marcha en Valdemorillo y un dolor de cabeza que se agrava con los botes de las piedras en la bajada.
Entonces llegamos al lugar crítico. Una encrucijada de caminos donde estaban apostados nuestros amigos de Protección Civil. Si fueran la afición de nuestros equipos estaríamos ante un país sin deporte. Bocata en mano sus comentarios son del estilo “pues anda que no queda, ahora sigues bajando, pero luego subes, y luego vuelves a subir, y para acabar tienes otra subida”, “si es que os metéis a hacer unas cosas…”, “lo de ahora no es nada, queda lo más duro!”, “vamos, yo dejaría la bici, pero claro aquí en mitad de ninguna parte…”.
Dani había tirado delante para no pillar el control de paso cerrado e intentar hacer la segunda crono. Nando me alcanza y sigue para adelante. Yo me quedo con unos chavales que ya había visto antes, intentando coger fuerza para la subida. Vadeamos el Aulencia, ahí, arriesgando sin bajarnos de la bici, y a subir. Mortal la subida, y a subir, y que hace calor. Quizá las rampas no son duras, pero a estas alturas, con 50 km en las piernas, 6 horas de ruta, todo es muy duro y cuesta arriba. Y tanto, porque alcanzo a Nando que está parado y eso que sigue subiendo. Era ese maldito efecto de pensar “ahí delante ya acaba” y ves que detrás hay otra subida. Y que a lo lejos, arriba, pedalea un ciclista. Vamos, que hubo un rato que me encontré mejor, pero acabé desfondado por completo, parado, sin aliento, pensando ya en la retirada en el control de paso.
Llegamos al control y nos ofrecen la posibilidad de seguir la ruta establecida, una bajada de unos km, y una subida “aún más dura de la que habéis hecho” nos indican, por la Urbanización “Las Cuestas”. Yo no puedo seguir más, pero no hay sitio para nosotros en la furgoneta de retirarse. Tomamos la opción de seguir por el “atajo” que era de 12 km, alguno más que la ruta oficial, pero más asequibles.
Y a partir de ahí fue todo un calvario. Llegamos a Colmenarejo, me paro, me retiro, no puedo más. Y Nando, cansino, animando, “un poco más!”, “si no queda nada”, “venga campeón!”, así hasta la saciedad ;-). Me dan calambres, mareos, que no estoy… pero prosigo. Hay que deshacer el camino que hicimos al principio. Subir un poco, hacer la bajada de Riochico y subir a Las Rozas. Yo no lo hago, y me subo a una furgoneta que me lleva al último avituallamiento (50 m me acercó) donde los de Protección Civil siguen “animando” incansables. Tengo que hacer la bajada montado en bici. Ya me despido de Nando, que acabará la ruta como un campeón. Mi cadáver lo recogerán en el Restaurante de Riochico, no puedo hacer ya la subida a Las Rozas, mi cuerpo no puede. Me sorprende la gente que pasa tras de mi, no se retira ninguno más.
No eran ni 5 km, pero no es una derrota, iba a hacer 35 km y acabo haciendo 75 km, me he retirado, y lo tenía que haber hecho en Valdemorillo, porque desde ese pueblo la ruta no me ha gustado nada, muy dura, aburrida y desoladora. Comento la jugada con el conductor que me recoge, esperamos a que la carrera quede cerrada y me deja en meta donde me reúno con los compañeros de ruta que sí han completado la carrera. Nos comemos los macarrones dichosos y un bocata que nos hemos ganado tras permanecer en carrera, nada más y nada menos, que 8 horas. Ahí es nada!
miércoles, 23 de septiembre de 2009
Festibike'09
jueves, 27 de agosto de 2009
Caminando con lobos: Sierra de la Culebra
La Sierra de la Culebra es una Reserva Regional de Caza donde los corzos, los javalís y los ciervos campan a sus anchas sin más molestia que la guardería de la reserva, y la poca explotación de los pinares de repoblación de la zona. Como muchas de las zonas forestales de nuestro país se trata, en su mayoría, de bosques de repoblación de pino que han ido a sustituir (o recuperar) lo que antes eran robles, jaras y encinas. Aún quedan mánchas de éstos, pero bien es cierto que buena parte es pinar, aunque, al menos en intenciones, explotado sosteniblemente. En la zona también hay ganadería, y agricultura, de hecho la concentración parcelaria ha hecho que aparezcan caminos bastante anchos, muy visibles desde fotografía aérea, junto con los innumerables cortafuegos que se han construido.
Y si juntamos estos ingredientes: caza acotada, ganadería, poca presión humana... obtenemos la recuperación del depredador más importante, para mí, de la Península: el lobo ibérico (Canis lupus signatus). Esta reserva resulta ser la zona de la Europa occidental donde mayor concentración de lobo existe.
Pero bueno, vamos a lo que es la ruta. Tras hablar con mi hermano, gran conocedor de la zona, y recopilando algunos paseos que he hecho por la reserva, decidí salir de Tábara, que ese día se encontraba en fiestas. Salí del pueblo pronto, madrugando, pero tardé en llegar una hora, y entre que esperé a comprar un buen pan, no empecé a pedalear hasta pasadas las 11:30, bastante tarde para el calor que estaba apretando estos días. Pero no había más problema que éste, porque no había más plan que disfrutar de un día entero por el campo.
La tónica de la ruta iba a ser constántemente la misma: parar en cada cruce, en cada hito, para comprobar en mi "mapa-imagen" dónde me encontraba. El siglo XXI ha llegado, pero de momento sólo me ha traído la imagen satélite. Pero había trazado un recorrido bastante intuitivo que recorría una de las entresierras (no llega a ser un valle) para pasar a la contígua y volver por ella. No había más meta que recorrer la zona.
Tras unas primeras dudas para coger los caminos que salían de Tábara, me dirijo hacia la Ermita de San Mamés, que me temo sigo sin reconocer. Para ello cojo un camino de concentración parcelaria, un tanto aburrido, que acaba junto a una dehesa pobladísima de helechos debido a la cercanía del nivel freático. Y amigos, humedad y calor, aparte de agobio, se convierte en mosquitos. Me persiguieron más de un kilómetro, pegados a mi, literalmente. Mú pesaos. Éstos desaparecen en cuanto empiezo a oír el canto de los abejarucos, que le dan color a un cielo terríblemente azul (por lo poco que filtraba la luz del sol). Cruzo un par de veces un arroyo que tiene acoplado un lagunajo, para tomar unos desvíos que me conducen ya por el camino definitivo.
Éste camino va a ir cruzándose con los cortafuegos, donde posíblemente, en un horario mejor, con calma y sigilo, se pudiera ver algún "bicho". Finalmente la bicicleta no es el mejor medio para recorrer la zona y disfrutarla, porque tienes que ir con el 90 % de tu atención al camino, y no te quedan ojos para mirar a los lados, donde, lo sé, se esconden ciervos y corzos.
El camino se estrecha y se hace bonito, pero no me engaño, a pesar de ser un camino, y de disfrutar en él, no es mi medio, este medio es el del lobo, y el de sus presas. Me siento observado en todo momento, como si un montón de ojos desorbitados estuvieran mirando, pasivos, a mi paso.
Entre cortafuegos y cortafuegos surgen, a derecha e izquierda algunos caminos que tienen buena pinta, pero que seguro se pierden en los pinares o llevan a otra entresierra. Pruebo con uno, muy chulo, me tiro detrás de una oropéndola que quiere jugar con -migo hasta que sale a campo abierto. Éste camino vuelve de regreso y no me interesa.
Prosigo mi marcha planificada y cambio de "valle". Hago una bajada vertiginosa con un para de saltos y llego a un cruce de caminos que no reconozco en mis "mapas". Recorro un poco más el camino, ya de vuelta, y al llegar a una zona con caballos me doy cuenta que mi intención no era ir por aquí. Digamos que llegaría al mismo sitio, pero quería ir por un camino que discrurre a media ladera, más cerrado en el pinar. Así que asciendo ese par de saltos que antes había dado y cojo el camino, que con la velocidad, me había pasado.
Y sigo pensando que fue una buena elección, porque empecé pasándomelo bien en un camino más angosto, con la sensación más intensa de estar rodeado, pero me empezaba a sentir como Indi en la última cruzada, cuando el puente se derrumba a sus pies. Y es que el camino está sembrado de restos de rocas cuarcíticas y de pizarra, de tamaño medio, que no son estables al paso de las ruedas. Es verdaderamente costoso avanzar por este lugar, incluso a pie, por lo que sigo haciendo equilibrio para seguir pedaleando. Incluso las bajadas suaves son un inconveniente. Se hace eterno, pero tras cruzar un nuevo cortafuegos, el camino vira para la derecha y comienza a descender, primero suavemente para acabar pronunciándose su verticalidad, que sumado a la cantidad de piedras sueltas hizo que tuviera que bajar el sillín al estilo Dani, y fuera avanzando con las piernas colganderas fuera de las calas.
Ese camino termina, y ya estoy en el otro "valle". Ya son las 14 horas y voy justo de agua, evidentemente, si no sabes dónde están el par de fuentes naturales que hay no hay agua por el camino, y yo no lo sabía. Y me había reservado subir hacia la otra sierra hasta llegar a un cortafuegos por donde podría subir hasta el mirador de El Casal. Pero tras las primeras rampas el cuerpo no daba para más, sigo por la ladera y continúo sin hacer ese apéndice de la ruta.
Desciendo haciendo un par de eses, hasta llegar al valle del que salí. Y ya dándolo todo, a ritmo (el que tenía) iba pensando que no había elegido el mejor horario, que no había visto mucho animal, en esto que se oye el golpe de maderas y huesos, y la tierra levantándose bajo unas pezuñas. Casi me los como, tres ciervos estaban regresando de abrevarse, cuando asustados por mi presencia se atrancaron en una cerca, quedando a pocos metros de mi. Me quedé atónito.
Continué el camino que se unió al que llevé al principio, pero intento trazar una alternativa. En esto que acabo llegando de nuevo a Tábara atravesando un par de explotaciones ganaderas y huyendo de los mastines que las custodiaban. Ya en el pueblo me vuelvo loco por encontrar una fuente, han pasado las 15:30, hará más de 38 ºC, y tan sólo un feriante por la calle que muy amablemente me indica dónde poder abrevar. 36 km, y muchos más por descubrir.
sábado, 22 de agosto de 2009
Cercedilla-Bola del Mundo-Fuenfria
20-08-09
Son las 10:20 y estoy en el aparcamiento de Cercedilla. Hoy me dispongo a llegar al limite de mis fuerzas. Desde Cercedilla quiero subir a la Bola del Mundo pasando por Navacerrada y después bajar por senderos hasta el rio Eresma para subir al puerto de la Fuenfria y terminar en Cercedilla. Hoy el día va a ser duro.
Km. 1:
Después de callejear por las calles de Cercedilla entro en un camino de tierra.
A los pocos metros adelanto a un ciclista, que el pobre va con todo metido y asfixiado. Le animo un poco pero no creo que fuese a llegar muy lejos.
Km. 2,7:
He llegado al pantano de Navalmedio. Lo dejo a la izquierda, cruzo una puerta y sigo por un camino bastante cómodo y bonito.
Unos metros mas adelante hago mi primer vadeo del día cruzando el río Navalmedio,
Km. 6:
El camino empezó bien, aunque ahora hay piedras sueltas pero hay un carril limpio (se ve que por aquí pasan muchas bicis) y hay algunas rampas del 17%. Ya voy entendiendo por que se llama camino del calvario. En un pequeño llano que estoy parado para poder coger aire me pasa un tío en bici. El tío me da ánimos y dice que ya queda poco, pero que es lo mas duro. Yo me cago en todo y me pongo a seguirlo a una distancia de unos 5 metros. Después de 1 Km. siguiendo su estela decido parar y tomármelo con calma. Es la primera ascensión y no quiero gastar todo aquí, así que cuando llego a 172 pulsaciones pongo pie a tierra y lleno mis pulmones de aire limpio. El cabron sigue subiendo a un buen ritmo y lo pierdo de vista en unos pocos segundos.
Km. 8,6:
Llego a Navacerrada. He ascendido todo el rato en sombra pero aun así tengo esa capita de sudor pegajoso. No quiero ni imaginarme como hubiera sido al sol. Subo el ultimo kilómetro que me queda hasta el puerto por la carretera.
Km. 10:
Estoy en la cima del puerto de Navacerrada. Cojo un camino que sale a la derecha que me llevara hasta la Bola del Mundo. El camino es de hormigón, me dispongo para la ascensión pero a los pocos metros de empezar las rampas son imposibles de superar. La pendiente media de toda la subida no baja del 12%, me es imposible subir encima de la bici. Gran parte del trayecto hasta la cima lo hago empujando la bici, algo a lo que me estoy acostumbrando demasiado. Por lo menos las vistas son espectaculares
Km. 13,2:
Una hazaña mas para la saca. He llegado a la Bola del Mundo.
2243m de altitud, el lugar mas alto que he llegado con la bici, de momento. La subida ha sido muy muy dura. He ido alternando en dar pedales y caminar, pero lo que mas he hecho es caminar. Pero como casi siempre, a merecido la pena.
Una vez arriba doy la vuelta a la estación o lo que sea y me siento a comer una barrita y reponer fuerzas.
Km. 17,2:
Después de una bajada con algo de tensión, se coge mucha velocidad y hay curvas muy cerradas, paro para pasar una barrera y me viene un tufillo a quemado. Miro los frenos y cual es mi sorpresa que el disco delantero esta ennegrecido aunque funciona bien. No me extraña que esta así el disco, he bajado en 5 minutos lo que he tardado 45 en subir. Una vez enfriados un poco los discos sigo por un camino que me cuesta encontrar, sale desde el mismo puerto de Navacerrada, en el cruce de las 2 carreteras.
Km. 18,4:
El primer tramo del camino es impracticable. Últimamente me estoy acostumbrando a estos caminos
Aunque después del primer kilómetros la cosa mejora bastante.
El entorno es alucinante. Estas en mitad de un pinar rodeado de helechos y solo estas tu y la naturaleza.
Km. 19:
Segundo vadeo.
Este es el arroyo de las pintadas y 200m mas adelante
el arroyo de los puentes.
Km. 19,5:
Tras un rato disfrutando el senderito este se convierte en una estrecha carretera.
En la que sin proponérmelo llego a 61 km/h. Aún no entiendo porque alcance tanta velocidad.
Km. 20,9:
Con la velocidad que iba me encuentro de repente con el río Eresma donde me toca tirar de frenos para no darme la hostia en mitad del río.
Cruzo el río y sigo por el camino ancho, pero 100m mas adelante veo que ese no es el camino, me he desviado del track que hay en el gps. Unos minutos después de estar buscando el camino veo que sale un sendero pegado al lado derecho del río
El camino en un autentico vergel. Una maravilla de sendero siguiendo el cauce del río. Estaba esperando ver a los elfos viniendo hacia mi. Este tramo lo disfrute muchísimo, lastima que no tenia mucho tiempo para estar parándome en cada rincón. Me quede con las ganas de darme un bañito. Aquí van unas fotos.
Km. 22:
Llego a la fuente de la cantina donde repongo agua.
Y observo la bola del Mundo a lo lejos.
Se me ha hecho tarde y son las 14:09. No hay vuelta atrás desde donde me encuentro y aun me quedan 20 kilómetros mas. No tengo comida ni ningún sitio cerca donde comer. Algo así me imaginaba que podía pasar, así que por eso metí 5 barritas energéticas en la mochila. No es ni parecido a un bocata de chorizo pero algo es algo. Después de tomarme un descansito y comerme 3 barritas continuo. Recorro 300m por la carretera hacia Navacerrada y cojo un camino asfaltado que sale a la derecha que me llevara hasta la fuente de la reina
Km. 28,6:
He llegado a la fuente de la reina
Los 3 últimos kilómetros han sido un infierno. Una pendiente media del 10%, a estas alturas ya me quedan pocas fuerzas en las piernas. Mientras estoy reponiéndome del esfuerzo, bebiendo agua fresquita de la fuente y comiendo las barritas que me quedaban me encuentro con un senderista que me pregunta de donde vengo. Después de estar hablando con el hombre sobre caminos y rutas de la zona me dice que ya me queda poco para la Fuenfria. Dice que el trayecto que queda no es ni la mitad de duro que lo que acabo de hacer y que en media hora lo he hecho.
Tras despedirme de el, me tomo un gel de glucosa que tenia caducado (había que gastarlo) y continuo el camino. El hombre tenia razón, son las rampas mas sencillas de todo el día, apenas un 4%. El camino es muy pedregoso pero como en el calvario hay un carril limpio.
Km. 32:
Llego al alto de la Fuenfria que esta desierto, recuerdo la ultima vez que estuve aquí que estaba lleno de gente.
Ya todo lo que queda es bajada sin mayor problema. La primera parte es muy cómoda ya que es una pendiente moderada y no tienes que frenar prácticamente. Tras pasar el mirador de Vicente Aleixandre la cosa se pone mas rápida pero sin complicación.
Enlazo con la carretera que va a Cercedilla.
Km. 46:
Son las 16:04 y llego al coche.
Otra ruta completada. Tras 46 km. 4:20 horas encima de la bici, 5:45 en total y un desnivel acumulado de 1500m solo puedo decir una cosa. La mejor ruta que he hecho en bici hasta la fecha. La repetiré pero la próxima vez descartare ir a la bola del Mundo.